Vale a pena seguir a sugestão avançada no The Atlantic e ler um texto do New York Times de 1858 sobre o telégrafo transatlântico.
Um exercício curioso será até substituir todas as referências ao telégrafo por 'Twitter' ou 'Facebook', por exemplo...e ver como tudo nos parece bem mais próximo.
Da Caverna ao Ciberespaço
Espaço de apoio à Unidade Curricular
de História da Comunicação e dos Média (CC-UMinho)
23 de julho de 2015
7 de dezembro de 2014
A Epopeia de Gilgamesh...na língua original
Para os que tenham um interesse muito especial na Epopeia de Gilgamesh, aqui fica uma ligação para a leitura da mesma na língua original.
9 de novembro de 2014
O animal que gosta de histórias
A revista The Atlantic publicou recentemente um texto sob o título genérico: "Os confortos psicológicos da narração de histórias".
No texto - que recorre a um exemplo também focado nas aulas de HCM, a Epopeia de Gilgamesh - diz-se a dada altura:
"Stories can be a way for humans to feel that we have control over the
world. They allow people to see patterns where there is chaos, meaning
where there is randomness. Humans are inclined to see narratives where
there are none because it can afford meaning to our lives—a form of
existential problem-solving."
O texto está AQUI.
Quem tiver curiosidade em aprofundar este olhar pode (recomenda-se) ler um livro de Jonathan Gottschall intitulado 'The storytelling animal - how stories make us human'
O texto está AQUI.
Quem tiver curiosidade em aprofundar este olhar pode (recomenda-se) ler um livro de Jonathan Gottschall intitulado 'The storytelling animal - how stories make us human'
13 de outubro de 2014
20 anos de web browser
O primeiro web browser comercial, o Netscape, foi lançado há precisamente 20 anos (13 de outubro de 1994).
Dominou o mercado até ao aparecimento do Internet Explorer (Microsoft).
O código base do Netscape vive ainda, hoje, através dos esforços da Fundação Mozilla e tem como herdeiro o Firefox.
Mais detalhes sobre este aniversário AQUI.
Toda a tecnologia é social
Texto interessante publicado na Boston Review sobre as tecnologias e o seu impacto na nossa vida.
Excerto:
"We better understand the role of technologies if we think about how we use them and how that use changes over time. Most such uses are purposeful, benign, and mundane, such as commuting to work, checking in on mom, gossiping, and shopping. Technologies that begin as luxuries often slip into daily use over time, as they become cheaper and more common. The earliest automobile drivers used their expensive new cars for Sunday jaunts. A bit later, farmers used cheaper versions to take produce to market and families to movies. Later, Americans used autos to commute to work. Initially the Internet was a space of experts. Today people use the Internet to see their distant grandchildren, view pornography, or window shop. In all these cases, we use new devices to push the boundaries of the social sphere."
Mais AQUI.
"We better understand the role of technologies if we think about how we use them and how that use changes over time. Most such uses are purposeful, benign, and mundane, such as commuting to work, checking in on mom, gossiping, and shopping. Technologies that begin as luxuries often slip into daily use over time, as they become cheaper and more common. The earliest automobile drivers used their expensive new cars for Sunday jaunts. A bit later, farmers used cheaper versions to take produce to market and families to movies. Later, Americans used autos to commute to work. Initially the Internet was a space of experts. Today people use the Internet to see their distant grandchildren, view pornography, or window shop. In all these cases, we use new devices to push the boundaries of the social sphere."
Mais AQUI.
1 de outubro de 2014
Cinco mil filmes gratuitos (e de download legal!)
Cinco mil filmes acabaram de caír no domínio público tornando-se, assim, disponíveis para acesso livre (e sem quaisquer problemas com direitos autorais).
Mais AQUI.
Momentos-chave da revolução digital
No número de outubro de 2014 a revista norte-americana Vanity Fair apresenta um trabalho com os momentos mais decisivos da revolução digital. Diz-se, a dado passo, no texto: "ust as the Industrial Revolution was driven by combining the steam engine with ingenious machinery, the Digital Revolution has been driven by two great innovations: the personal computer and the Internet."
Texto completo AQUI.
20 de novembro de 2013
18 de novembro de 2012
Como Gutenberg inventou a imprensa
Uma reflexão muito curiosa sobre a forma como Gutember chegou à invenção da imprensa - aparentemente, combinando conhecimentos de indústrias e processos completamente distintos. Um deles, a produção de vinho!
An important part of Gutenberg’s genius, then, lay not in conceiving an entirely new technology from scratch, but instead from borrowing a mature technology from an entirely different field, and putting it to work to solve an unrelated problem. We don’t know exactly what chain of events led Gutenberg to make that associative link; few documentary records remain of Gutenberg’s life between 1440 and 1448, the period during which he assembled the primary components of his invention. But it is clear that Gutenberg had no formal experience pressing grapes. His radical breakthrough relied, instead, on the ubiquity of the screw press in Rhineland winemaking culture, and on his ability to reach out beyond his specific field of expertise and concoct new uses for an older technology. He took a machine designed to get people drunk and turned it into an engine for mass communication.
12 de novembro de 2012
"Quando o jornalismo se parecia com Jornalismo", segundo o escritor Pérez-Reverte
"Cuando el periodismo aún se parecía al Periodismo, y eras un redactor novato que pisaba por primera vez la redacción, había dos personajes a los que mirabas con un respeto singular, mayor que el que te inspiraban los redactores jefes en mangas de camisa con tirantes y una botella de whisky metida en un cajón de la mesa, o los grandes reporteros con firma en primera página, a cuyas leyendas soñabas con unir un día la tuya. Los dos personajes a los que más podía respetar un joven periodista eran el corrector de estilo y el redactor veterano.
El primero solía ser un señor mayor con la mesa cubierta de libros y diccionarios, encargado de revisar todos los textos para detectar errores ortográficos o gramaticales antes de que se convirtieran en plomo de linotipia.
A veces, a medio redactar un artículo, te levantabas e ibas a plantearle una duda. Solían ser cultos, educados y pacientes. A uno del diario Pueblo --lamento no recordar ya su nombre-- debo desde 1973 un truco para no equivocarme nunca, después, al manejar debe y debe de.
Cuando es obligación, me dijo, pon siempre debe. Cuando es suposición, debe de. Tampoco he olvidado su aclaración sobre leísmo y loísmo: Lo violó a él, la violó a ella, les violó la correspondencia.
El otro personaje era el redactor veterano. El primer día de trabajo, cuando te internabas entre aquel incesante tableteo de máquinas de escribir y teletipos mirando en torno con aire de parvulito desamparado, siempre había un fulano de cierta edad, sonrisa fatigada y ojos vivos, que señalaba la mesa que tenía al lado y decía: «Siéntate aquí, chaval».
Así lo hacías; y de él, en los siguientes días y meses, aprendías sobre tu oficio más que cuanto escuelas de periodismo y universidades podían enseñarte jamás.
Solía tratarse de periodistas curtidos en la redacción; hombres en su mayor parte, aunque no faltaban mujeres. Anónima infantería, toda ella, sin demasiado futuro. Veteranos maduros, desprovistos ya de ilusiones o esperanzas, seguros de que su carrera profesional no iría mucho más lejos de aquella mesa y de la desvencijada Olivetti que había encima. Conscientes, a esas alturas, de que nunca llegarían a redactores jefe, y tal vez ni siquiera a jefes de sección.
Ese periodista veterano solía ser poco gregario, vagamente cínico, con un punto de simpática misantropía. Respetado por todos, aunque a menudo se mantuviera algo aparte de los compañeros que aún tenían ambición y esperanza.
Y tú, intuyendo que era precisamente él quien poseía las claves del oficio, la experiencia y las certezas que te faltaban, te dejabas adoptar con aplicación y respeto, procurando hacerte digno de su estima.
Aprendiendo a la vez de sus conocimientos, su cinismo y su ternura. Yéndote luego de madrugada, al cierre de la edición, a tomar con él una copa -ese personaje solía beber hasta el amanecer- y formular las preguntas oportunas para hacerlo hablar, y contarte. Para escuchar de su boca los secretos fundamentales del oficio y de la vida.
Y él lo hacía con gusto, cómplice, generoso como si tu futuro empezase exactamente allí donde terminaba el suyo. Contagiándote el amor por el oficio, la fiebre que en su juventud tuvo, y que al hablar le afloraba todavía, pese a los desengaños, en las palabras y la sonrisa.
Y el día que, al fin, firmabas en primera página, te miraba orgulloso como un padre miraría a un hijo, o un maestro a un alumno aventajado. Sabiendo que tu triunfo también era suyo.
Ya no hay gente así en las redacciones. Ni corrector de estilo, ni viejos maestros con la clave del gran periodismo en los ojos cansados. Ni siquiera quedan apenas redacciones.
Los tiempos cambiaron mucho las cosas, los periódicos de papel mueren despacio, las ediciones digitales sustituyen a los grandes rotativos que antes se apilaban en los quioscos --edición especial: Franco ha muerto--, y los propietarios de medios informativos, prensa, radio y televisión, hace tiempo jubilaron a esa clase de gente. Nadie quiere correctores de un estilo que no importa un carajo, y que además se consigue gratis, aunque de manera torpe e imperfecta, con los correctores informáticos.
Tampoco hacen falta, ni conviene tenerlos cerca, molestos veteranos que abran los ojos a la carne de cañón barata que ahora exigen las empresas: jóvenes becarios mal pagados, pendientes de una pantalla de ordenador, nutridos con notas de prensa y mediante Internet, que ni siquiera duran allí lo suficiente para enseñar al joven que los sustituirá en el periodismo superficial e irresponsable, al que nuestro tiempo nos condena.
Sin nadie que el primer día de trabajo, al señalar una mesa cercana y decir «siéntate aquí, chaval» le abra generoso, desinteresado, las puertas del que en otro tiempo fue el oficio más hermoso del mundo."
Arturo Pérez-Reverte, in "Sientate aquí, chaval"
Fonte: Periodista Digital.
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